No sabemos si hicieron manitas debajo de la mesa. Tampoco si debajo del mantel. Lo cierto es que Pedro y Pablo, el nuevo PP, fueron bastante estrechos. Sánchez no pasó por el confesionario de Iglesias y Pablo no quiso ponerse a picar piedra con Pedro. Tan austeros fueron como su menú, digno de la Merkel a dieta después de la Oktoberfest. Sea como fuere ambos tuvieron en un hotel una cena romántica. Pero sin velas y sin compartir batido de fresa con dos pajitas. Compartieron ensalada eso sí, muy apropiado dada la pipirrana y el salteado de pactos que sociatas y coletoídes tienen pendientes de aliñar en Génova. Pedro cenó tortilla. Normal, acostumbrado como está a que Zuzi le rompa los huevos todos los días desde Andalucía. Pablo cenó pescado. Apropiado. Aquí no está todo el pescado vendido y como diría Felipe por conziguiente para gobernar este país lo que hace falta es partir el bacalao. Dice Pablo que Pedro le pareció un tío majo. Pedro de momento no ha dicho nada. Claro que a Ken Sánchez, Iglesias como Barbie le parece bailar con la más fea. O casi. Siempre hay un Don Mariano travestido guiñando un ojo lascivo en la disco de Moncloa dispuesto a invitarte a una chuche envenenada. Lo llaman sentido de Estado. Si Pedro pica, pica piedra.
FUENTE: El Mundo
¿Condenados a entenderse? Quizás puede haber más sintonía entre los simpatizantes de ambos lados que entre ellos.De todas formas ninguno está para tirar cohetes. Pedro ha tenido unos resultados, dígase lo que se diga, nada buenos, y Pablo bastante menos de lo esperado, pero tendrán que entenderse.