Mientras el asunto era una merienda de negros, poca bola se le ha dado al ébola. Ahora con un cura español infectado, los pacientes quieren ebolar cielo y mar para ser tratados en un hospital occidental y tal;  no en un bochinche africano liberiano donde los médicos parecen llevar chubasquero en lugar de un traje espacial anti-radiactivo. A los yanquis les ha faltado tiempo para trasladar a su par de gringos a una planta de Atlanta y cargarse al virus al estilo USA, esto es a cañonazo limpio. Claro que ellos tienen sitios cool estilo Monte Sinaí y nosotros tenemos hospitales como el HUCA de Oviedo donde llueve bajo techo a pesar de haber costado 300 kilos. El hermano Pajares –ay Señor, Señor- vuelve a España, probablemente con dos monjas y sin Esteso. Si el sacerdote es tratado vía seguridad social en Madrid todavía lo meten en lista de espera. Y si tuviéramos un Centro de Control de Enfermedades tipo Walking Dead estaría acojonado. Aunque no son zombis, son infectados. Miguel Pajares es un héroe. Un auténtico servidor de Dios. De los que entregan su vida al prójimo. Hasta en el último rincón de África. No como otros curas orondos que prefieren consagrar su vida al Señor pasando el cepillo. Es triste que Occidente sólo se ponga blanco con el ébola cuando ha contado tres o cuatro blancos infectados.  Tan es así que una señora de Ohio tuvo un catarro y corrió a hacerse la prueba del virus. Mientras tanto, más de 800 negritos han muerto y la OMS sigue haciendo la del pollo. Fever. Seguramente al final alguna farmacéutica se forre. Y seguramente también la vacuna experimental se administre antes en Winsconsin que en Monrovia. 

FUENTE: El Mundo