La Eurocopa de los horteras mola. No sólo a Eurofans y mariposones. Mola a todo el mundo. Salvo a los rusos, claro, a los que en la vida – alehoop- les ha gustado pasar por el aro. Y es que en el circo de Eurovisión habíamos visto casi todo: Desde prominentes maxilares dentales patrios chorreando veinticinco la la las por minuto hasta rockeros finlandenses, que más bien parecen prestos a invadir Gondor, pasando por travelos israelitas suspirando por Afrodita. Nos faltaba la mujer barbuda. Y la peluda austriaca se alzó like a Phoenix para disgusto de Putin que es más del Hombre Bala. Podría decirse que aunque su victoria fue holgada, el triunfo de Conchita fue por los pelos. Una conmoción mal entendida dado que el verdadero impacto lo provocaron las granjeras tetudas de Polonia preparando mantequilla mientras le daban a la zambomba. O las deliciosos conexiones territoriales con el Pacto de Varsovia cuyas oxigenadas corresponsales parecían sacadas de un museo de cera o una película porno de los 80. Cada vez que Moldavias o Azerbayanes votaban a Rusia las dos gemelitas quinceañeras que mandó Putin a Copenhage se encogían en sus tutús aterrorizadas por los abucheos de eurofans travestidos en UltraSur. Tamaño estruendo que los presentadores recordaron que éste es un certamen musical y no político. Y precisamente de eso se trata. De que Putin se vaya con la música a otra parte. Así las cosas, el festival resultó un poco tenso hasta la desconexión total que provocó el inglés de la presentadora escogida por TVE para dar nuestros votos a Europa. Mucho Dancing in the rain para luego acabar diciendo oit points al Viejo Continente. En todo caso, más allá de Ruth Lorenzo, el esperpento resultó ser todo un puntazo. Aunque esta vez caímos con honor, ni una murciana con aureola de gala, Murcia qué hermosa eres, pudo conjurar una maldición eurovisiva hoy convertida en sortilegio. En 1966 Austria ganó el concurso, el Atleti la Liga y el Madrid la Champions. Claro que desde el peptardazo en München, al Madrid la profecía parece que se la escrito Damien con un 666 tatuado en la cabeza.
FUENTE: El Mundo