Muchos millones. Con turulo, tiritos y que no falten los gin-tonics. En eso ha quedado el levantamiento del secreto de sumario del caso de los ERE: en un destape que va más mucho allá de una pilingui colgada de una barra americana de un after de las Tres Mil Viviendas. En los siete reinos del trinque ya no reinan los Lannister. Allí los que mandan ahora son los zeñorez del zú, caballeros sin rostro pero con mucha cara, que mandan a sus vasallos en coche oficial a comprar perico con el dinero de los parados. Más allá del olor a sobaco que desprende  Juan Lanzas paseándose por Sevilla echando un piti con cuatro millones de aurelios en un sobre, más allá de lo tragicómico de nuestro amigo Al Mokhtar, un vagabundo magrebí convertido de la noche a la mañana en testaferro de la Junta, o más allá de la caspa que rezuma Francisco Javier Guerrero saliendo de la cárcel con cara de resacón en las Vegas, los zeñorez del zú eran los salaos que partían el bacalao. Una especie de misteriosa orden monástica que repartía comisiones en el nombre de la Rosa. Aunque no hicieran trabajo alguno, los zeñorez del zú cobraban. Más que fondo de reptiles, calamares a la andaluza. Así las cosas, Griñán y Chaves, Los Manolos, siguen despachando el asunto con un lolailo. Y a Gaspar Zarrías, que le huele el culo a pólvora, cual zorría en el gallinero, pone cara de pollito. A la Junta le fallan las juntas pero en Sevilla nadie conoce a nadie. Salvo al que va a por la farlopa.
 

FUENTE: Libertad Digital