Las hordas bárbaras toman la costa tarraconense. Desde Leicester hasta Salou. Desde Manchester a La Pineda. Ya están aquí. Llegan los cachorros de la Gran Bretaña. A su paso no vuelve a crecer la hierba. Entre los hunos –con ‘h’- y los otros, guiris imberbes, yo, personalmente, me quedo con los muchachos de Atila. Empieza Salou Fest y Sálvese quien pueda. Every man for himself. Nuestros telediarios se llenaran de bellos pasajes primaverales en los que sonrosados jamoncitos de York adolescentes eructarán a cámara y vomitarán sobre el asfalto después de hacernos un calvo. Cervezas kilométricas, abismales cacharros de brebajes fosforescentes y chupitos radiactivos. Todo sea por arrimar la cebolleta – little onion- a alguna british choni que pulule seminconsciente por el paseo marítimo. Salou Fest. Oh my God. Encima te lo venden con un evento deportivo. Será por el levantamiento de vidrio y, como no, el balconing. No se me ocurre muerte más horrible que aplastado por un borono etílico británico que apuntaba a la piscina. No vienen al Museo del Prado. Vienen a por The Real Marca España. Chiringuito, botellón, fiesta, fiesta, paela, paela. Salou se hace Mordor pero ellos se lo pasan libra esterlina. Y eso, my friends, es lo más importante.

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