La monja que apuntaba a la mayor Sor Presa  del convento se nos ha ido antes del Juicio Final. Muy poquita paz deja para las madres robadas que han sufrido las atroces intrigas de esta hermanita de la caridad babycleptómana. Sor María tenía muy poco de Sor Sonrisa. Aquella monja francesa que nos cantaba Dominique-nique-nique. Sor María parece sacada de la Noche de Walpurgis  en la que todos los demonios cometen sus tropelías. Hoy la recordamos como ancianita. En los 80 era monjita pero matona. O matrona. Desde una sala de maternidad dictaba firmes sentencias. No como Tribunal Eclesiástico. Sino como Chuck Norris. Hasta ella acudieron madres desesperadas en busca de consuelo. Treinta y tantos años después quedaron desconsoladas. Es lo que tiene sentirse tan divina como Sor Citroen. En el nombre de Dios caben muchas cosas. Desde quemar un hereje a tirar las Torres Gemelas. María Gómez Valbuena se va y deja el caso como el Rosario de la Aurora. Aunque 3000 son muchas adopciones irregulares para una sola monjita. 
 

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