o del dopaje de Pau Gasol en Le Monde es La Monda. Mon dieu de la France, donnez moi de la patiance. No falla. Un español gana algo destinado al grandeur francés y ya corre por sus venas un caballo galopando. Es decir, corre por su sangre, una aguja lo va guiando. No hay más que ver el Tour que era oír Perico y llamar a Buffy Cazavampiros. Normal, de un tiempo a esta parte lo único francés en Roland Garros es BNP Paribas y el último de nuestros vecinos de arriba que ganó La Grande Boucle era un caimán. Es cierto que cuando Pau cruzó el charco para jugar en la NBA parecía un espárrago del granjero cachondo de La Carretilla. Es cierto que cuando regresa a la Vieja Europa parece otro. Citius, altius, fortius. Ya se sabe que en la NBA, salvo porros y alguna otra cosa, te puedes echar de todo. I Love This Game. Jugar más de 200 partidos de este a oeste viene a ser como subir el Tourmalet con un plato de spaguettis. Tan cierto es todo esto como Toni Parker es belga. Oh la la. Así reaccionan los franceses. Como desperate housewifes con la Longoria a la fuga. Y qué quieren que les diga, usted me dice que evoque a un francés y yo pienso en un señor rubio de ojos azules que pronuncia mal las ege. No en una corte de negracos saltarines. Yo pienso en un francés y se me aparece Richard Virenque subiendo cuestas con un maillot de lunares. Cuenta la leyenda que un día le picó un mosquito y le dio tal subidón que murió de sobredosis. El mosquito, claro.
FUENTE: Le Point